La fierecilla domada

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Martes, 21 | TEATRO
La fierecilla domada
de William Shakespeare
Dirección: Mariano de Paco
Reparto
Alexandra Jiménez
José Manuel Seda
Mario Martín
Carla Hidalgo
Pedro G. de las Heras
Francesc Galcerán
Carlos Silveira
David Alarcón
Óscar Oliver
La fierecilla domada tiene lugar en el delirio onírico de un campesino borracho y no sucede sino en la representación de una de las piezas “fáciles de montar”, que lleva en su repertorio, según explica uno de los cómicos, la compañía ambulante que ha de encarnarla ante los nobles ociosos que han elegido como objeto de burla y diversión al pobre gañán rendido en los brazos de Dionisos, al que como un anticipado Segismundo harán creer que su vida es otra.
Así concibe Shakespeare, creador de una importante galería de mujeres indómitas y hombre desalmados, esta “doma de la bravía”; la traslación de la que la autora de la versión es responsable ha mantenido intacta esta idea shakesperiana y, a diferencia de otras versiones y adaptaciones de que ha sido objeto la pieza a la largo de los tiempos, hemos puesto especial atención en mantener toda la carga irónica que el texto original ofrece, para lo que juega un papel sustancial el marco distanciador en el que la historia se inscribe y la vuelta a una realidad bien distinta a la de la representación a la que se arroja a Sly, el confundido borrachín convertido en noble; para ello nos hemos servido del cierre del marco del teatro dentro del teatro que otra versión de la pieza ofrece, pues suponía un instrumento idóneo para contemplar desde el otro lado irónico y distanciado la peripecia de la obra, pues desde ese otro lado comienza.
Porque no es Petrucho, el hiperbólico domador, quien dice la última palabra. Su actuación resulta ridícula por lo excesiva y por tanto no provoca en el espectador la identificación con el héroe cómico. Tampoco es Catalina, la mujer aparentemente domesticada, la que cierra el conflicto con su monólogo sobre la sumisión, porque dadas las actuaciones de su hermana y de la viuda sus palabra carecen de fuerza y ni ella misma las asume; las últimas voces son de advertencia al desgraciado borrachín sobre lo que le espera en su casa. Tal aviso constituye un guiño shakesperiano al público y confiere a la pieza modernidad y lúdico juego de comedia en estado puro, perverso cambio de papeles hasta la caída de la máscara una vez terminada la representación.
La versión de este texto ha supuesto para nosotros un estímulo y un reto. Traducir y adaptar es tarea comprometida, sobre todo cuando se trata de una obra clásica escrita por un maestro del arte dramático, una obra con tantos matices en cuanto a su expresión literaria y con tal diversidad de acciones en su estructura dramatúrgica. El estímulo nos venía dado por la belleza de la escritura, la gracia y el ingenio con que están compuestas todas sus intervenciones y la perfección del resultado; el reto era trasladar, al menos, el espíritu de tal fórmula literaria y, sometiendo el asunto a las leyes temporales de una representación actual, mantener todas las acciones respetando el corazón de la pieza, porque en la diversidad de éstas reside la esencia de la representación y de la interpretación de los comportamientos de sus personajes. Si a esta fierecilla domada la privamos de los variados disfraces de las múltiples apariencias, de las anagnórisis continuas que salpican su proceso dramático, perdería su riqueza, su polivalencia significativa, su magia, su clasicismo, por ello hemos estudiado con detenimiento el texto inglés y nos hemos acercado a las distintas versiones en otras lenguas que se han realizado a lo largo de los años, esforzándonos para no perder en ningún momento tras las líneas de nuestro texto el alma teatral de este genial dramaturgo.
Diana de Paco Serrano
Mariano de Paco Serrano

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